Dios hizo para el hombre un trono; para la mujer un altar.
El trono exalta; el altar santifica.
El hombre es el cerebro.
La mujer el corazón.
El cerebro fábrica la luz; el corazón produce el amor.
La luz fecunda; el amor resucita.
El hombre es fuerte por la razón.
La mujer es invencible por las lágrimas.
La razón convence; las lágrimas conmueven.
El hombre es capaz de todos los heroísmos.
La mujer de todos los martirios.
El heroísmo ennoblece; el martirio sublimiza.
El hombre tiene la supremacía.
La mujer la preferencia.
La supremacía significa la fuerza; la preferencia representa el derecho.
El hombre es un código.
La mujer un evangelio.
El código corrige; el evangelio perfecciona.
El hombre piensa.
La mujer sueña.
El hombre es un océano.
La mujer es un lago.
El océano tiene la perla que adorna; el lago la poesía que deslumbra.
El hombre es el águila que vuela.
La mujer es el ruiseñor que canta.
Volar es dominar el espacio. Cantar es conquistar el alma.
El hombre es un templo.
La mujer es el sagrario.
Ante el Templo nos descubrimos; ante el Sagrario nos arrodillamos.
En fin:
El hombre está colocado donde termina la tierra.
La mujer donde comienza el cielo.
(Josué Davi)
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